RETO 3:
La Historia de "Mi Primer Paseo Virtual"
Veo:
Era un lunes por la mañana en la Escuela Infantil "Estrellitas". Los niños de 3 años, con sus pequeños deditos, intentaban encajar piezas de un puzle de animales de la granja. Sofía, una niña con trastorno del espectro autista (TEA), se sentaba un poco apartada, observando el bullicio. No se unía a los juegos de mesa ni a las interacciones espontáneas. A menudo, las actividades grupales, aunque bien intencionadas, la abrumaban o no lograban captar su interés de una forma que le permitiera participar activamente. Su maestra, Marta, intentaba acercarle las piezas, le hablaba con dulzura, pero Sofía seguía en su propio mundo. Quería incluirla, pero los recursos y las herramientas tradicionales limitaban las vías para conectar con ella de una manera que realmente funcionara. Veía a otros niños que también se perdían en actividades de grupo por barreras idiomáticas o timidez. Era un desafío constante asegurar que cada pequeño se sintiera parte del colectivo.
Pienso:
Pensé en cómo la digitalización podría ser una llave para abrir esa puerta. ¿Y si pudiéramos crear un entorno donde la interacción fuera más controlada, predecible y visualmente estimulante, algo que a menudo atrae a niños con TEA? Imaginé una aplicación interactiva en una tablet o una gran pantalla táctil, una especie de "paseo virtual por la granja". En lugar de un puzle físico ruidoso, podríamos tener un puzle digital donde cada animal, al ser "arrastrado" a su lugar, emitiera su sonido de forma clara y visualizara una breve animación.
Yendo un paso más allá, se me ocurrió que no solo Sofía se beneficiaría. Para los niños con barreras idiomáticas, la aplicación podría ofrecer los nombres de los animales en varios idiomas, o incluso pictogramas que los representaran. Los niños más tímidos podrían sentirse más cómodos interactuando con una pantalla que con un grupo ruidoso al principio, y luego, gradualmente, la actividad podría transicionar a una colaboración real. Cada niño podría elegir un animal y "programarlo" para que hiciera un sonido o un movimiento en la pantalla, fomentando la participación individual dentro de un objetivo común. La digitalización, en este caso, no sustituiría la interacción humana, sino que actuaría como un puente, un mediador que ofrecería múltiples vías de acceso al aprendizaje y la socialización, adaptándose a las necesidades específicas de cada niño y haciendo el proceso más atractivo y personalizable.
Me pregunto:
Si una simple aplicación de "paseo virtual" puede ser tan transformadora para la inclusión en la educación infantil, abriendo puertas a la participación de niños con diversas necesidades, ¿cómo podríamos aprovechar la inteligencia artificial (IA) generativa para crear entornos de aprendizaje adaptativos y verdaderamente personalizados para cada niño en tiempo real, donde la IA pueda identificar patrones de interacción, sugerir actividades y modificar el nivel de estimulación para maximizar la inclusión y el bienestar emocional de cada estudiante, incluso en aulas con una gran diversidad?
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